martes, 12 de marzo de 2019

Comentario de "Lo Fatal", de Rubén Darío





Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente-

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror... 
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombre y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!



                                                LO  FATAL


RESUMEN
           
            El poeta siente envidia de los seres inanimados porque no tienen la capacidad
de  percibir la angustia que produce la existencia. Dicha angustia viene motivada por el desconocimiento que el hombre ha tenido y sigue teniendo acerca de su pasado y de su futuro; en medio, la vida nos tienta con su impulso erótico.

TEMA

            La angustia existencial.

ESTRUCTURA

            El texto podemos dividirlo en dos partes. La primera ocupa los cuatro versos iniciales y en ella el autor nos muestra su envidia hacia otros seres más felices y nos plantea el tema. La segunda ocuparía el resto del poema y en ella Darío nos habla de la angustia que produce la existencia, acentuada por la consciencia que tenemos los seres humanos. 
           
COMENTARIO

            Estamos ante un poema que destaca métricamente por sus características innovadoras. La primera, por tener trece en lugar de catorce versos, como le correspondería a un soneto clásico. La segunda, porque los dos últimos versos tienen un número menor de sílabas (9 y 7 respectivamente) que el resto. Ambas innovaciones tendrían una explicación: el poeta no tiene más que decir, sobran las palabras ante ese final que resume tan bien su impotencia: no saber adónde vamos ni de dónde venimos.
El autor usa versos alejandrinos y serventesios para crear un soneto. Sabemos que esto es muy frecuente en  el Modernismo.
            Otra característica innovadora métricamente podemos apreciarla en el verso octavo donde encontramos una rima vacía, que contribuye a acentuar el sentido de desconocimiento, el miedo ante lo desconocido, que está expresando en esos momentos el poeta.
            Ya desde el propio título podemos percibir el tono sombrío que va a dominar en el poema. Dicho tono hay que relacionarlo con la crisis de finales del XIX y con los filósofos irracionalistas alemanes que hablaban del dolor (Schopenhauer) y la angustia (Kierkegaard) que produce la existencia humana.
            La alegría que provoca en nosotros el comienzo del poema con el adjetivo dichoso se ve rápidamente contrarrestada cuando el poeta nos descubre el porqué (el árbol apenas siente). La piedra es aún más feliz porque ésa ya no siente nada, por eso le ha colocado el epíteto “dura”, para insistir en el concepto de carencia de sensibilidad. Darío continúa insistiendo en la angustia que produce en el hombre la vida consciente, el conocimiento, para ello utiliza sustantivos como dolor (dos veces) o pesadumbre que expresan el malestar vital.
            En los versos siguientes el poeta empieza a especificar las causas de dicho malestar: el desconocimiento que el hombre tiene acerca de sí mismo, de su pasado (el temor de haber sido), de su presente (ser y no saber nada), de su futuro (ser sin rumbo cierto, un futuro terror). Frente a  dicha incertidumbre, el contraste que supone saber que lo único cierto es la muerte inminente (el espanto seguro de estar mañana muerto).
            La angustia se ha intensificado como podemos apreciar por los sustantivos que utiliza: temor, terror, espanto. El hombre sufre por la vida y por la sombra, es decir, por la muerte. Una consecuencia de nuestra consciencia es que nos planteemos cuál es el verdadero sentido de nuestra existencia y qué hay más allá de la muerte; estas cuestiones crean un desasosiego constante en nosotros, ya que no conocemos  y apenas sospechamos las respuestas a dichos interrogantes.
            A continuación Rubén nos expresa de manera muy gráfica, mediante un paralelismo antitético y unas metáforas, la lucha que existe en el interior del hombre entre el impulso vitalista que nos invita a disfrutar de los placeres de la vida (y la carne que tienta con sus frescos racimos) y el impulso religioso que frena ese disfrute (y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos) porque, si existe el más allá, para gozar de él antes debemos haber sabido contenernos.
            Por último, el poeta expresa de manera concisa, pero no por ello menos intensa, la desolación que produce en su alma el desconocimiento acerca del pasado y del futuro del hombre, es decir, acerca de su vida. Sobran las palabras, el sentimiento es intenso, de ahí el empleo de exclamaciones.
            El uso del polisíndeton (repetición de la conjunción y) crea un ritmo lento, pesado, acorde con el tono angustioso, cansado, que el escritor va mostrando a lo largo  del poema.
            Estamos ante un poema que corresponde a la última etapa de Rubén Darío, lejos del Modernismo de princesas y cisnes, del escapismo, del lenguaje culto y de la adjetivación brillante. Se trata de un texto en el que domina la reflexión filosófica y la palabra sencilla, pero directa.







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