martes, 12 de febrero de 2019

Comentario de "¿Quién pasará?", de Juan Ramón Jiménez





¿Quién pasará mientras duermo
por mi jardín? A mi alma
llegan en rayos de luna
voces henchidas de lágrimas.

         Muchas veces he mirado
desde el balcón, y las ramas
se han movido y por la fuente
he visto quimeras blancas.

         Y he bajado silencioso…
y por las finas acacias
he oído una risa, un nombre
lleno de amor y nostalgia.

         Y después, calma, silencio,
estrellas, brisa, fragancias…
la luna pálida y triste
dejando luz en el agua…

                                                       ¿QUIÉN PASARÁ…?


            RESUMEN
            El poeta se pregunta quién pasará por su jardín, quién pronuncia voces llenas de lágrimas; intentando descubrir ese misterio mira desde el balcón y ve fantasmas; baja y cree oír una risa que desaparece y sólo queda la luna pálida.                               
          TEMA
            La nostalgia de un amor perdido.

            ORGANIZACIÓN DE IDEAS
            El poema podemos dividirlo en tres partes. La primera se correspondería con la primera estrofa en  que el poeta se interroga acerca de la identidad  que vaga por el jardín. La segunda  ocuparía los ocho versos siguientes; aquí el yo poético nos narra las acciones que ha llevado a cabo para descubrir el misterio. En la tercera parte, que se correspondería con la última estrofa, ya nos habla de los elementos reales.

             COMENTARIO
            El poema consta de cuatro coplas. En cuanto a la métrica y a la rima no responde al Modernismo, pero en la temática podemos apreciar que sí. El propio título sugiere el misterio y el del libro al que pertenece  responde al gusto por la musicalidad (arias tristes) y al estado de melancolía o tristeza  tan propio de modernistas y románticos.
            Comienza con un elemento típico modernista: el jardín, asociado a las ensoñaciones del poeta, a su mundo interior. La ambientación  se corresponde con la herencia romántica del Modernismo: la noche, el rayo de luna, el llanto. Su alma dormida percibe ruidos de voces misteriosas que lloran;  probablemente el poeta perciba los ruidos de la noche, del viento, y los confunda, debido a su estado de ánimo, con voces llorosas.
             Una vez que el ruido le ha despertado, intrigado, intenta descubrir la identidad de la persona que lo produce. Ahora la sensación es visual, cree ver fantasmas (quimeras blancas)  entre las frondas, por la fuente, otro elemento característico del Modernismo.           
            La intriga aumenta y el poeta intenta descubrir al intruso, por eso baja en silencio. Ahora parece que Juan Ramón evoca algún amor perdido, como si la que anduviera por el jardín fuera una mujer que provocara en su recuerdo una imagen de felicidad pasada (un nombre lleno de amor y de nostalgia). De nuevo  ha vuelto a las sensaciones auditivas “he oído una risa y un nombre”, dice.
En la última estrofa queda patente la importancia de las sensaciones: auditivas (silencio), visuales (estrellas, la luna pálida y triste), táctiles (brisa), olfativas (fragancias). Versos muy modernistas, literatura de los sentidos. En la noche, ante el silencio y la contemplación de la luna y las estrellas el poeta se siente pleno de belleza. Por otro lado, la asociación entre este poema y  El rayo de luna, de Bécquer es inevitable, recordemos que en ella el protagonista persigue un ideal amoroso que no es sino el rayo de luna que se refleja en el estanque.
            El lenguaje utilizado por Juan Ramón es sencillo, está lejos de la exquisitez modernista. Siguiendo con esa misma línea de sencillez el uso de figuras retóricas, si bien abundante, es de gran simplicidad, destacan: la interrogación retórica inicial, el polisíndeton (y las ramas, y por la fuente; y he bajado y por las finas acacias: y después), la anáfora que se da en algunos de esos mismos versos que empiezan por la conjunción “y”, la personificación  (la luna pálida y triste), la enumeración asindética en la que no utiliza artículos (calma, silencio, estrellas, brisa, fragancias), el uso en tres ocasiones de los puntos suspensivos que producen un efecto sugerente en el lector y la metáfora en que identifica los rayos de luna con voces que lloran. 



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