miércoles, 13 de marzo de 2019

Comentario de "Yo persigo una forma", de Rubén Darío




           Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga


YO PERSIGO UNA FORMA, RUBÉN DARÍO

RESUMEN

El poeta lucha con el lenguaje para poder dar forma a una idea. Ésta parece que está clara en su interior, pero él no consigue las palabras exactas; es como si estuviera en el principio de algo que no llega a realizarse.

TEMA

La dificultad del proceso de creación, de dar forma a la idea.

ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS

El poema podemos dividirlo en dos partes que se corresponden con los dos cuartetos y los dos tercetos. En los primeros el autor nos habla de sus dificultades, de su lucha por conseguir la expresión adecuada; en los tercetos nos transmite sus sentimientos de frustración al no conseguir plasmar la luz tranquila de su alma.

COMENTARIO

El poeta comienza con una metáfora: persigue la forma, pero no encuentra el estilo apropiado; la idea (botón de pensamiento) intenta ser la rosa, símbolo de la belleza.  La palabra botón la asociamos a algo pequeño, algo que está empezando, igual que sucede con el amor que se anuncia con un beso, no llega a ser un amor pleno, el abrazo de la Venus de Milo resultaría imposible. Darío ha asociado el proceso de creación poética al amor y ambos parecen no llegar a realizarse plenamente, ambos conceptos están unidos en Venus, ya que esta es la diosa del amor y de la belleza.
La Venus de Milo ha traído a su mente la evocación clásica del peristilo; la influencia parnasiana es perceptible en la referencia al mundo clásico. Sigue el poeta con la imagen de algo que quiere empezar: los astros le predicen la visión de la Diosa, pero ésta parece resistirse. La metáfora con que cierra el cuarteto es muy audaz, el reflejo de la luna en el lago tranquilo lo identifica con un ave. La influencia romántica ahora es perceptible en la ambientación: la noche, la luna y su reflejo, aunque la tranquilidad que parece reinar no lo sea.
En los tercetos Darío nos habla del resultado de esa búsqueda de la palabra exacta, resultado que le produce un sentimiento de frustración: no halla sino la palabra que huye, la melodía inicial de la flauta y la barca que boga en el espacio. Mediante estas tres metáforas nos deja bien claro que el resultado de su lucha con las palabras para conseguir la belleza no le satisface.
En la última estrofa encontramos la evasión hacia el mundo infantil de los cuentos con la enamorada transformada en Bella-Durmiente. La fuente y el cisne no podían faltar. Darío traslada sus sentimientos de frustración a la fuente, por eso solloza, y al cisne, por eso pregunta.
En resumen, el poema responde al Modernismo, pero podemos apreciar que sería un modernismo más interior en el que el poeta nos está transmitiendo su malestar; en las estrofas segunda y cuarta es donde encontraríamos el Modernismo más tópico, el más formal.  El poema parece un intermedio entre un tipo y otro de Modernismo.


Comentario de "Venus", de Rubén Darío



En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su camerín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría, 
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

"¡Oh, reina rubia! -díjele-´,mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar".
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.

                 VENUS, RUBÉN DARÍO

RESUMEN
           
            El poeta se siente nostálgico y buscando tranquilidad se marcha al jardín. Allí, al mirar al cielo, se encuentra con Venus a quien va a identificar con un jazmín incrustado en ébano y  con una reina oriental que espera a su amante. El alma  enamorada del poeta desearía encontrarse con ella y fundirse en éxtasis amoroso, pero este deseo parece que no va a cumplirse.

TEMA

            El amor imposible.

ESTRUCTURA Y ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS
           
En  los serventesios el autor nos sitúa temporal  y espacialmente (en la noche y en el jardín) y nos presenta a su amada transformada en jazmín y en una diosa oriental. 
            En la estrofa siguiente  y en el primer verso del último terceto  el poeta habla con su amada  de los anhelos amorosos que despierta en su alma de enamorado. El clima de belleza, de idealismo se rompe en los dos últimos versos en los que ese amor no parece que vaya a ser correspondido por Venus.


COMENTARIO

            Ya desde el título observamos el carácter modernista del poema al hacer referencia a la mitología clásica; según ésta, Venus es la diosa del amor y de la belleza,  y ambos temas están presentes en el texto. El uso de la mitología es una influencia parnasiana.
            Se trata de un soneto, pero innovador, como corresponde también al Modernismo, en vez de utilizar versos endecasílabos, usa heptadecasílabos; en vez de cuartetos, serventesios; incluso en alguno de los versos hay que contar una sílaba menos en el final del hemistiquio por ser esdrújula (ébano, díjele). Recordemos que los poetas modernistas preferían los versos largos y dividían éstos en hemistiquios.
            La musicalidad, herencia simbolista, podemos percibirla en el uso de rimas agudas y esdrújulas (jardín , jazmín, camarín, palanquín, crisálida, pálida, cálida, amar, mirar) o en el empleo de la anáfora existente en los tres primeros versos y en los versos  décimo , undécimo y duodécimo.
            En el primer serventesio el poeta nos describe un lugar ideal: un jardín en silencio, tranquilo y fresco; una noche serena; una diosa, Venus, transformada en jazmín. Estamos ante una literatura de los sentidos: el jazmín evoca el perfume, pero además  está ennoblecido con la comparación “como incrustado en ébano” y por los adjetivos “dorado y divino”. La única nota disonante es el alma del poeta que siente amargas nostalgias. En esta primera estrofa es notable la influencia romántica: la noche, la nostalgia, sólo la luna ha sido cambiada por Venus.
            En los cuatro versos siguientes aparece el exotismo, Venus se transforma en una reina oriental, que es transportada en su palanquín; y el erotismo: espera a su amante. Todo es producto de su imaginación, de su alma enamorada que busca en la realidad símbolos de otra realidad oculta por influencia del simbolismo.
            En el primer terceto y en el primer verso del siguiente el poeta nos describe a su amada “rubia, con labios de fuego –de nuevo el erotismo- y con frente pálida. Su alma se identifica con una mariposa que desearía dejar la crisálida para poder besar los labios de  su amada y para fundirse en siderales éxtasis con ella. Hay que destacar la innovación de la imagen, el éxtasis sería sideral puesto que el poeta está enamorado de una estrella.
            En los dos últimos versos  la realidad (el aire fresco de la noche) viene a sacar al poeta de su ensimismamiento: Venus lo mira desde el abismo con ojos tristes, sabiendo que ese amor es imposible de consumar.
            En resumen, el poema responde plenamente al Modernismo, tanto por la métrica como por la abundante adjetivación- casi todos los adjetivos son explicativos- por el exotismo, por la mitología, por la musicalidad o por la abundancia de figuras retóricas (comparaciones: “como incrustado en ébano…”, “una reina oriental parecía”; metáforas: “mi alma quiere dejar su crisálida”, “tus labios de fuego besar”, “en siderales éxtasis”; personificaciones: “callado jardín”, “Venus recorre triunfante el cielo” , “Venus me miraba con triste mirar”; anáforas en los versos 1º, 2º y 3º y en 10º, 11º y 12º). Se corresponde con la etapa de Modernismo más exterior, más brillante de Rubén.



martes, 12 de marzo de 2019

Comentario de "Lo Fatal", de Rubén Darío





Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente-

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror... 
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombre y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!



                                                LO  FATAL


RESUMEN
           
            El poeta siente envidia de los seres inanimados porque no tienen la capacidad
de  percibir la angustia que produce la existencia. Dicha angustia viene motivada por el desconocimiento que el hombre ha tenido y sigue teniendo acerca de su pasado y de su futuro; en medio, la vida nos tienta con su impulso erótico.

TEMA

            La angustia existencial.

ESTRUCTURA

            El texto podemos dividirlo en dos partes. La primera ocupa los cuatro versos iniciales y en ella el autor nos muestra su envidia hacia otros seres más felices y nos plantea el tema. La segunda ocuparía el resto del poema y en ella Darío nos habla de la angustia que produce la existencia, acentuada por la consciencia que tenemos los seres humanos. 
           
COMENTARIO

            Estamos ante un poema que destaca métricamente por sus características innovadoras. La primera, por tener trece en lugar de catorce versos, como le correspondería a un soneto clásico. La segunda, porque los dos últimos versos tienen un número menor de sílabas (9 y 7 respectivamente) que el resto. Ambas innovaciones tendrían una explicación: el poeta no tiene más que decir, sobran las palabras ante ese final que resume tan bien su impotencia: no saber adónde vamos ni de dónde venimos.
El autor usa versos alejandrinos y serventesios para crear un soneto. Sabemos que esto es muy frecuente en  el Modernismo.
            Otra característica innovadora métricamente podemos apreciarla en el verso octavo donde encontramos una rima vacía, que contribuye a acentuar el sentido de desconocimiento, el miedo ante lo desconocido, que está expresando en esos momentos el poeta.
            Ya desde el propio título podemos percibir el tono sombrío que va a dominar en el poema. Dicho tono hay que relacionarlo con la crisis de finales del XIX y con los filósofos irracionalistas alemanes que hablaban del dolor (Schopenhauer) y la angustia (Kierkegaard) que produce la existencia humana.
            La alegría que provoca en nosotros el comienzo del poema con el adjetivo dichoso se ve rápidamente contrarrestada cuando el poeta nos descubre el porqué (el árbol apenas siente). La piedra es aún más feliz porque ésa ya no siente nada, por eso le ha colocado el epíteto “dura”, para insistir en el concepto de carencia de sensibilidad. Darío continúa insistiendo en la angustia que produce en el hombre la vida consciente, el conocimiento, para ello utiliza sustantivos como dolor (dos veces) o pesadumbre que expresan el malestar vital.
            En los versos siguientes el poeta empieza a especificar las causas de dicho malestar: el desconocimiento que el hombre tiene acerca de sí mismo, de su pasado (el temor de haber sido), de su presente (ser y no saber nada), de su futuro (ser sin rumbo cierto, un futuro terror). Frente a  dicha incertidumbre, el contraste que supone saber que lo único cierto es la muerte inminente (el espanto seguro de estar mañana muerto).
            La angustia se ha intensificado como podemos apreciar por los sustantivos que utiliza: temor, terror, espanto. El hombre sufre por la vida y por la sombra, es decir, por la muerte. Una consecuencia de nuestra consciencia es que nos planteemos cuál es el verdadero sentido de nuestra existencia y qué hay más allá de la muerte; estas cuestiones crean un desasosiego constante en nosotros, ya que no conocemos  y apenas sospechamos las respuestas a dichos interrogantes.
            A continuación Rubén nos expresa de manera muy gráfica, mediante un paralelismo antitético y unas metáforas, la lucha que existe en el interior del hombre entre el impulso vitalista que nos invita a disfrutar de los placeres de la vida (y la carne que tienta con sus frescos racimos) y el impulso religioso que frena ese disfrute (y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos) porque, si existe el más allá, para gozar de él antes debemos haber sabido contenernos.
            Por último, el poeta expresa de manera concisa, pero no por ello menos intensa, la desolación que produce en su alma el desconocimiento acerca del pasado y del futuro del hombre, es decir, acerca de su vida. Sobran las palabras, el sentimiento es intenso, de ahí el empleo de exclamaciones.
            El uso del polisíndeton (repetición de la conjunción y) crea un ritmo lento, pesado, acorde con el tono angustioso, cansado, que el escritor va mostrando a lo largo  del poema.
            Estamos ante un poema que corresponde a la última etapa de Rubén Darío, lejos del Modernismo de princesas y cisnes, del escapismo, del lenguaje culto y de la adjetivación brillante. Se trata de un texto en el que domina la reflexión filosófica y la palabra sencilla, pero directa.







jueves, 7 de marzo de 2019

Comentario de "Itte, missa est", de Rubén Darío





                     
Yo adoro a una sonámbula con alma de Eloísa,
virgen como la nieve y honda como la mar;
su espíritu es la hostia de mi amorosa misa,
y alzo al són de una dulce lira crepuscular.

Ojos de evocadora, gesto de profetisa,
en ella hay la sagrada frecuencia del altar:
su risa en la sonrisa suave de Monna Lisa;
sus labios son los únicos labios para besar.

Y he de besarla un día con rojo beso ardiente;
apoyada en mi brazo como convaleciente
me mirará asombrada con íntimo pavor;

la enamorada esfinge quedará estupefacta;
apagaré la llama de la vestal intacta
¡y la faunesa antigua me rugirá de amor!




                               ITE, MISSA EST,  DE RUBÉN DARÍO

RESUMEN

El  poeta adora a una mujer, la idolatra y es a la única a la que desea besar. Dice que algún día conseguirá besarla (o quizás algo más) con tal pasión que la hará rugir de amor.

TEMA

La pasión amorosa.

ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS

Podemos dividir el texto en dos partes que se corresponderían con los dos serventesios y los dos tercetos.  La primera parte podríamos subdividirla a su vez en dos ya que en la primera estrofa, aunque ha descripción de la amada (sonámbula, virgen, honda) lo que dominan son los sentimientos del poeta hacia ella. En el segundo serventesio nos la describe físicamente. En la segunda parte nos habla de lo que sucederá en un futuro en el que consiga demostrarle su amor y de la pasión que despertará en ella.

COMENTARIO

Volvemos a encontrarnos con un soneto modernista, compuesto por serventesios de alejandrinos.
El título del poema nos evoca religiosidad, ya que es la frase latina con la que el sacerdote despedía a los fieles; sin embargo, por aquello de que es la despedida también nos hace pensar que  ahora comienza lo profano. Esa mezcla de religiosidad y paganismo vamos a observarla en todo el texto y , como sabemos, es muy característica del libro al que pertenece, Prosas profanas.
Comienza el poeta hablando en primera persona, manifestándonos sus sentimientos más íntimos: siente adoración, como si la amada fuera un dios, por una mujer  a la que identifica con una famosa amante del pasado medieval ,recordemos el gusto de los modernistas por la evasión hacia épocas anteriores. La compara con la nieve, por su virginidad, y con  la mar, por su hondura. Los dos últimos versos de la primera estrofa resultan irreverentes, ya que  utiliza  metáforas religiosas para decirnos que el sentimiento que experimentan los creyentes en el momento de la consagración es el mismo que experimenta él ante su amada; incluso el detalle del cura que levanta la sagrada forma al son de la campanilla, Darío lo traslada al dulce son de una lira al atardecer.
En la siguiente estrofa el poeta nos describe a su amada y continúa  mezclando elementos religiosos y profanos: sus ojos son evocadores, su gesto de profetisa o su sagrada frecuencia es la del  altar.  Este último verso no parece entenderse bien, ¿nos quiere decir que igual que el creyente frecuenta el altar para comulgar él desearía  frecuentar a su amada? Continúa  con una metáfora en la que identifica la sonrisa de su amada con  la de Monna Lisa, sonrisa que resulta un tanto ambigua y a la que el poeta se refiere más por erudición  que por belleza. Para él son los únicos labios dignos de ser besados.
En los dos tercetos el poeta se imagina lo que sucederá en el futuro. Él conseguirá besarla con tal pasión que ella tendrá que apoyarse en él como si estuviera enferma y sentirá  pavor ante ese nuevo mundo de sensaciones. La intensificación de la pasión se consigue con la repetición y con la adjetivación:”he de  besarla con un rojo beso ardiente”.
El erotismo halla su culminación en el último terceto. Ahora el poeta nos habla de la amada como de una esfinge o una vestal -recordemos el gusto por las civilizaciones pasadas- enamorada que no sabe cómo reaccionar (se quedará estupefacta). El escritor alude a que será capaz de sacar a la luz la parte más salvaje de su amada, por eso se refiere a la esfinge,  mezcla de hombre y de león, y  a la faunesa, personajes mitológicos que se caracterizaban por su lascivia. Es decir, cuando la amada (vestal intacta) pierda su virginidad (apague su llama), aparecerá esa otra mujer que lleva dentro, mucho más salvaje, capaz de rugir de amor.
En resumen, nos encontramos ante un texto modernista  tanto por los motivos temáticos (erotismo, mezcla de lo religioso y lo profano con una actitud rayana en la provocación, alusiones a civilizaciones pasadas, etc.) como por la  forma (comparaciones, metáforas, poliptoton, sonoridad, etc.).      


Comentario de "De invierno", de Rubén Darío







           En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.



                                    DE INVIERNO, RUBÉN DARÍO

RESUMEN

El poeta nos habla de una mujer refinada que está envuelta en su abrigo de marta cibelina, a su lado un gato de angora, unas porcelanas chinas…, es decir, un ambiente selecto. Cuando el poeta se dispone a besarla, ella se despierta y le sonríe.

TEMA

El amor como pretexto para evadirse el poeta en un mundo aristocrático y bello.

ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS

En los nueve primeros versos el autor se dirige a los lectores mediante el imperativo mirad, y  nos describe la situación en que se encuentra Carolina. A partir del verso décimo Darío habla en primera persona, pasa a formar parte del cuadro descrito. En los dos últimos versos se produce la reacción de ella.

COMENTARIO

El poema es un soneto, pero un soneto modernista, es decir, con innovaciones. Está compuesto por versos alejandrinos y por serventesios.
El título nos evoca una estampa invernal y con ese mismo adjetivo comienza el poema, lo que justifica que Carolina se encuentre envuelta en su abrigo de marta cibelina, a pesar de que haya fuego en el salón. Frente al frío, la sensación de calidez que producen tanto el hogar como el abrigo de pieles. El participio “apelotonado” nos produce una sensación de dejadez, de relajación.
El ambiente exquisito sugerido con las pieles, la chimenea, se complementa ahora con el gato de angora, que añade además una nota de sensualidad al rozar con su hocico la falda de su amada, falda que en consonancia con el ambiente distinguido es de Alençon. Con las jarras de porcelana china y los biombos de Japón el poeta nos deja ver el exotismo, la predilección tan típica de los modernistas por los países orientales.
La enamorada parece haberse dormido plácidamente mientras esperaba al poeta; en los versos anteriores es como si Darío la hubiera estado contemplando desde la puerta, como si se hubiera recreado en la belleza de la estampa, ahora entra en acción, se dirige a besarla tratando de no despertarla, como si no quisiera romper ese ambiente mágico que nos ha descrito.
En el último terceto nos compara a su amada “con una rosa roja que fuera flor de lis”, la rosa por la belleza, el rojo por la pasión que connota y la flor de lis como símbolo aristocrático. En el verso siguiente destaca la sinestesia “con su mirar risueño”, la amada se alegra de verlo. Por último el poeta vuelve a la evocación inicial con el detalle de la nieve que cae fuera y que sigue contrastando con el ambiente cálido del interior. Termina con una nota cosmopolita: París, ciudad tan querida por Rubén.
En resumen, el poema responde al Modernismo, tanto en sus aspectos formales (innovaciones métricas, uso abundante de adjetivos, algunos cromáticos, –fino angora blanco, porcelana china, sutiles filtros, dulce sueño, rostro rosado y halagüeño, abrigo gris, rosa roja, mirar risueño-) como en los temáticos (amor, exotismo, cosmopolitismo, ambiente aristocrático).


miércoles, 6 de marzo de 2019

Comentario de "Como el toro", de Miguel Hernández




Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

Miguel Hernández, El rayo que no cesa.



RESUMEN
El poeta se identifica con el toro con el que encuentra una serie de similitudes como el sufrimiento, el sentido trágico, su virilidad, su imagen pequeña de todo, su disputa contra todo. Además ambos se crecen en el castigo, en el deseo y en la fuerza; ambos persiguen a un “objeto” amado y terminan siendo burlados.

TEMA
Sentimiento de no ser correspondido en el amor.

ORGANIZACIÓN DE IDEAS

En todas las estrofas el yo poético se compara con el toro, el tema es único, van cambiando las semejanzas que se establecen entre ambos. En los cuartetos utiliza dos símiles en cada uno y uno en cada terceto.
En la primera estrofa se compara con el toro por el sufrimiento y la virilidad; en la segunda, porque, aunque ambos se sienten pequeños ante todo, son capaces de luchar. En la tercera, los dos se crecen en el castigo; en la cuarta, los dos terminan fracasando.
Estructura externa: soneto (11A, 11B, 11B, 11A;  11A, 11B, 11B, 11A; 11C, 11D, 11E; 1C, 11D, 11E).

COMENTARIO
 Nos encontramos ante un soneto de Miguel Hernández en el que aparecen ya desde el principio algunos de los temas más frecuentes en su poesía como el sufrimiento amoroso, el destino trágico y la identificación del amor con la muerte.
El poeta empieza comparándose con el toro porque ambos han nacido para sufrir; el toro es un  animal que no tiene otra finalidad que morir en la plaza; su color negro es asociado  además al luto. Igual que el toro está marcado   a fuego en su costado para indicar la ganadería a la que pertenece, el  yo poético llevaría metafóricamente la marca de su “dueña”. De la misma manera ambos se sienten marcados por su sexualidad, por sus deseos de satisfacerla  como cualquier macho.
En el cuarteto  siguiente el autor nos dice que sus sentimientos son tan grandes (“corazón desmesurado”) que, en contraposición, todo lo encuentra diminuto. Su amor le da la fuerza  para luchar por el beso de la amada (“y del rostro del beso enamorado,/como el toro a tu amor se lo disputo”).  Hay que resaltar el fuerte hipérbaton de esta estrofa, que dificulta su comprensión e indica la influencia gongorina de su primera etapa. Los versos ordenados serían así: como el toro, mi corazón desmesurado lo encuentra todo diminuto y, como el toro  se lo disputa (todo) a tu amor, enamorado del beso del rostro.
La intensidad del sentimiento amoroso va en aumento en contraposición con el desprecio que siente ella, por eso afirma que se crece en el castigo en vez de achicarse, como el toro cuando es rejoneado que no huye, sino que embiste. Su lengua está deseosa de amar, por eso dice “mi lengua en corazón tengo bañada”; el poeta parece haber probado el amor, haber dado algún beso a la amada y desea continuar con el juego amoroso; la amada no parece estar dispuesta a ello, pero ese beso le ha dado una fuerza enorme, de ahí que afirme hiperbólicamente: “llevo al cuello un vendaval sonoro”, una fuerza incontenible.
El yo poético insiste una y otra vez en ir detrás de la amada, como el toro va una y otra vez detrás de la capa, pero igualmente a ambos les amenaza la espada de la muerte, real para el toro, metafórica para el poeta: el final del amor; por ello ambos se sienten traicionados, burlados.
El poema está estructurado, como ya se ha dicho antes, en torno a los símiles entre el toro y el poeta. Destacan otras figuras retóricas como las metáforas (“he nacido para el luto”/ y el dolor; estoy marcado/ por un hierro infernal en el costado; por varón en la ingle con un fruto; la lengua en corazón tengo bañada; llevo al cuello un vendaval sonoro; dejas mi deseo en una espada) cuyo significado ha ido explicándose a medida que se realizaba el comentario. También encontramos encabalgamiento (vv. 1 y 2), epanadiplosis (último verso), antítesis (desmesurado/ diminuto), derivación (te sigo y te persigo),  hipérbatos (notable el de la 2 ª estrofa; la lengua en corazón tengo bañada), etc.
En resumen podemos decir que nos encontramos ante un escritor en que son perceptibles las huellas de la tradición culta observables en el uso de una estrofa como el soneto o en el empleo abundante de figuras retóricas y especialmente  del hipérbaton.


Comentario de "Amores juveniles", de Juan Ramón Jiménez


                               

                                  Amores juveniles

         En el balcón, un momento
nos quedamos los dos solos;
desde la dulce mañana
de aquel día, éramos novios.

         El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.

         Le dije que iba a besarla;
la pobre bajó los ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien pierde un tesoro.

         Las hojas muertas caían
en el jardín silencioso,
y en el aire fresco erraba
un perfume de heliotropos.

         No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos.
  


AMORES JUVENILES

RESUMEN

            El poeta se declara a su amada en un  balcón; incluso llega a besarla tras decirle que son novios.

ESTRUCTURA

            El poema consta de cinco estrofas. La primera, tercera y quinta hablan de los protagonistas; la segunda y la cuarta del paisaje.

COMENTARIO

            En la primera estrofa se nos presentan la situación (en el balcón), las circunstancias ( los dos solos)  y los personajes (los dos); si bien en principio no sabemos a quiénes se refiere el autor con "los dos", rápidamente nos lo aclara con "éramos novios".
            En la segunda estrofa el autor vuelve sus ojos hacia el paisaje y nos lo describe mediante el uso de adjetivos. Nos está situando ante un paisaje típicamente modernista por la tonalidad vaga, soñolienta, que invita a la melancolía. Destacamos el cromatismo de los adjetivos  "gris y rosa", si bien ambos están en la misma línea de lo tenue. Elementos modernistas, heredados del Romanticismo, son asimismo el crepúsculo y el otoño, propicios también a la nostalgia y la melancolía.
            La tercera estrofa se centra de nuevo en los protagonistas. Ella aparece sin nombre, sólo caracterizada por la impresión que le producen las palabras del poeta al decirle que la va a besar: "la pobre". Esta referencia nos hace pensar que se trata de una persona muy joven, inexperta, que se siente avergonzada; impresión que se corrobora cuando dice que le ofrece sus mejillas. Es un beso inocente, no apasionado. El rubor que  siente ella podemos percibirlo también en su actitud humilde de bajar los ojos y en el hecho de creer que pierde un tesoro al recibir un beso en las mejillas, que  pierde su inocencia.
            Vuelve el poeta su mirada de nuevo al exterior, al paisaje ahora más cercano del jardín. La adjetivación aparece una vez más, adjetivación que nos trae connotaciones sensitivas (aire fresco, jardín silencioso); a esta sensación contribuye también  el  “perfume de heliotropos.” Las hojas muertas nos llevan al otoño de la segunda estrofa.
              Termina el poema con la sensación de rubor de la amada de la que nos había hablado ya J.R.J.”no se atrevía a mirarme”, sensación que se completa con unos versos muy románticos en los que ella llora de felicidad por el sentimiento nuevo experimentado; en esa misma línea romántica se encuentra el adjetivo  que cierra el poema “melancólicos”.
              El poema consta de cinco  coplas. El arte menor y la rima asonante responden al ideal de una poesía sencilla, de tipo popular, no tienen que ver con la predilección modenista. Igual sucede con el léxico, sencillo, lejos de los cultismos y del esplendor de los modernistas. Asimismo las figuras retóricas no son abundantes. Alguna sinestesia (dulce mañana), alguna comparación (como quien pierde un tesoro). En definitiva, estamos ante un poema que muestra algún influjo modernista (adjetivación), pero se trata de un modernismo más intimista, con mucho influjo romántico, lo que nos hace pensar que pertenecerá a la primera etapa juanramoniana. 


Comentario de "Las campanas del convento", de Juan Ramón Jiménez



Las campanas del convento…

         Las campanas del convento
están rezando hacia el sol;
frente al convento están rosas
los árboles del amor.

         La iglesia envía un aroma
de incienso y de corazón,
el aire es cantar de fuentes,
olor de rosas de olor.

         Las campanas del convento
están llorando hacia el sol;
el sol de abril hace risa
la estela de la oración.

         -Letanías, plata y lirios…
¡fuente, beso y ruiseñor!
Voz de ensueño, gloria abierta…,
¡madrigal y tentación!

         --Aroma de carne en gracia…,
¡olor de novias en flor!
…Sobre el convento sombrío
es rosa el sol español.

           

                                    LAS CAMPANAS DEL CONVENTO...             


                        RESUMEN
                        El poeta nos habla del conflicto entre la pureza (representada por el convento) y el amor y la sensualidad  (representados por el árbol del amor). Todo el poema responde a la contraposición entre ambos conceptos, lo que va variando son los símbolos utilizados.

                        TEMA
                        El conflicto entre la castidad y el amor carnal.


                        ORGANIZACIÓN DE IDEAS
                        En cuanto al sentido, el poema no presenta ninguna división, todo él forma una unidad. En cuanto a la forma,  se observa que las dos últimas estrofas tienen guiones, como si estuvieran dialogadas; además en ellas el poeta se refiere a la castidad y al amor en versos alternativos, mientras que en las restantes dedicaba los dos primeros versos a un símbolo y los dos siguientes, al otro.  

COMENTARIO
                        El poema consta de cuatro coplas (cuatro versos octosílabos con rima asonante en los pares). Tanto la estrofa como el empleo de la asonancia están más cercanos a la poesía popular que a las preferencias modernistas.
                         Comienza Juan Ramón presentándonos una contraposición  entre el convento, cuyas campanas, símbolos de oración, rezan y los árboles del amor cuyas flores están rosas, con este adjetivo el poeta se refiere seguramente a que están dispuestos a experimentar el amor. La iglesia desprende olor de devoción (aroma de incienso y de corazón); el aire trae sonidos de fuentes y perfume de rosas de olor. Tanto la fuente como las rosas están simbolizando el amor carnal. Estos versos resultan muy modernistas por las referencias a los sentidos. La epanadiplosis (olor de rosas de olor) no hace sino acentuar la sensación olfativa.
                        La antítesis entre uno y otro elemento es ahora más evidente, si cabe, ya que las campanas del convento lloran y el sol se ríe, es decir, transforma en risa la retahíla de la oración. El sol se nos muestra como un elemento vitalista.
                        Aparecen ahora las letanías, la plata y los lirios. Las plegarias son frecuentes en la iglesia, igual que los ornamentos de plata y los lirios, estos dos últimos, además por su color (el blanco) connotan pureza. Frente a ellos la fuente, el beso y el ruiseñor como elementos sensuales. La voz de ensueño de las letanías y la gloria abierta para la pureza; es decir, el tercer verso se corresponde con el primero y el cuarto, madrigal y tentación con el segundo.
                        En la última estrofa continúa la contraposición entre pureza y sensualidad, parece que triunfa ésta sobre aquélla. Continúa con los paralelismos antitéticos en los dos primeros versos (el aroma de los cuerpos virginales, puros, frente al olor de la sensualidad de las novias). Por fin parece triunfar el placer, puesto que sobre el convento sombrío el sol vuelve a ser rosa- nótese de nuevo la antítesis entre los adjetivos; el vitalismo, el placer, la sensualidad del pueblo español acaban triunfando sobre su religiosidad y su pureza.
                        En resumen, destacan en el poema los símbolos usados por el poeta: el color rosa, los árboles del amor, la fuente, el sol, el ruiseñor… para  indicar la sensualidad; el blanco, el convento, las campanas, las letanías,  la plata, los lirios… para la pureza. El lenguaje utilizado es sencillo, pero no faltan las figuras retóricas entre las que destacan la metáfora (los árboles del amor, el aire es cantar de fuentes, olor de novias en flor); la contraposición sobre la que está basada todo el poema; la  personificación (las campanas rezan o lloran, el sol se ríe); o la epanadiplosis (olor de rosas de olor). Responden estos versos a la temática del libro al que pertenecen, Jardines lejanos, en el que aparece el conflicto erótico de Juan Ramón: la oposición entre el amor sexual y la virginidad o pureza.                    




martes, 12 de febrero de 2019

Comentario de "La fruta de mi flor", de Juan Ramón Jiménez




Esta conciencia que me rodeó
en toda mi vida,
como halo, aurora, atmósfera de mí,
se me ha metido ahora dentro.

Ahora el halo es de dentro
y ahora es mi cuerpo centro
visible de mi mismo: soy, visible,
cuerpo maduro de este halo,
lo mismo que la fruta, que fue flor
de ella misma, es ahora la fruta de mi flor.

La fruta de mi flor soy, hoy, por ti,
dios deseado y deseante,
siempre verde, florido, fruteado,
y dorado y nevado, y verdecido
otra vez (estación total toda en un punto).
sin más tiempo ni espacio
que el de mi pecho, esta
mi cabeza sentida palpitante,
toda cuerpo, alma míos
(con la semilla siempre
del más antiguo corazón).

Dios, ya soy la envoltura de mi centro,
de ti dentro.



LA FRUTA DE MI FLOR


RESUMEN

El poeta nos dice que se ha pasado su vida buscando fuera de sí mismo algo que ahora ha encontrado dentro. Igual que la fruta ha nacido de la flor, su conciencia de totalidad, de divinidad, ha nacido de sí mismo.

TEMA

El estado de eternidad hallado dentro de sí por el poeta.

ORGANIZACIÓN DE IDEAS
Todo el poema constituye una unidad; sin embargo, en los cuatro primeros versos Juan Ramón plantea ya el tema; en los versos siguientes, hasta el 21, glosa o desarrolla la idea y los dos últimos constituyen una especie de colofón.   

COMENTARIO

Comienza el poeta con un título sorprendente, ya que la metáfora usada para referirse a sí mismo sería propia de un árbol; la entenderemos a medida que vayamos leyendo.
Juan Ramón afirma que toda su vida ha estado persiguiendo fuera de su propia persona su conciencia deseante que, en principio, no es más que un halo, un aura o una atmósfera, es decir, algo que lo envuelve, lo rodea y que ahora se ha metido dentro de él mismo.
A continuación insiste en que, puesto que ese halo ha dejado de serlo, ya que se ha metido dentro, ahora su cuerpo se ha convertido en su propio centro; este hecho se debe a la madurez (soy cuerpo maduro de este halo), por eso se identifica con la fruta del árbol, que no es sino la flor madurada.
Ese estado de plenitud lo ha conseguido gracias a ese dios deseado y deseante, es decir, gracias a esa conciencia de búsqueda, de anhelo (deseado)  que parece haber hallado dentro él y que ha pasado a ser deseante, inmanente. Ese estado lo identifica con las diferentes manifestaciones del árbol a través de las distintas estaciones (verde, florido, fruteado…), por eso el inciso, estación total, es decir, la suma de todas las estaciones, la eternidad. Obsérvese la paradoja: la totalidad está en un punto, dentro de él. Si anulamos el tiempo y el espacio o mejor, si  lo metemos en el pecho, naturalmente la eternidad estaría dentro.
Se refiere ahora a su cuerpo, a su pecho, a su cabeza (parte material), a su alma, a su corazón (parte más espiritual – en el corazón situamos los sentimientos-), es decir, a la totalidad de su ser. Todo él experimenta esa sensación de plenitud, por eso el poeta culmina diciendo que lo que tiene dentro de sí es Dios, puesto que así se siente.
El poema está escrito en verso  libre,  predominante en su obra a partir de Diario de un poeta recién casado.