miércoles, 2 de enero de 2019

Comentario de "Romance de la luna", de Federico García Lorca



La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye, luna, luna, luna,
que ya siento los caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

COMENTARIO

Nos encontramos ante un texto lírico perteneciente al Romancero Gitano, obra escrita por Federico García Lorca. Como su nombre indica se trata de un romance, compuesto por versos octosílabos con rima asonante en los versos pares. Presenta una estructura narrativa (al principio y al final) y dramática (diálogo entre la luna y el niño).

El poeta comienza presentándonos a la luna como si fuera  una mujer, ya que dice que llega a la fragua con un polisón de nardos. Los nardos los asocia con el color blanco de la luna y el polisón nos hace pensar en una luna llena y el resplandor adyacente. La fragua nos sitúa en el ambiente de los gitanos.  El niño se queda mirándola, se siente atraído por ella. El aire se conmueve presintiendo lo que va a suceder. La luna se insinúa al niño de manera erótica para atraerle, por eso dice paradójicamente “enseña lúbrica y pura,/sus senos de duro estaño”. El estaño hace referencia nuevamente al color de la luna y connota, además, frialdad.

El niño le dice a la luna que huya porque si vinieran los gitanos, éstos la matarían y harían con ella objetos apreciados por ellos (collares y anillos blancos). Obsérvese la insistencia en el color blanco. La luna le responde que quiere bailar como invitándole a que el niño participe en su danza (recordemos las danzas de la muerte medievales)  y tratando de hacerse atractiva ante el niño. Las intenciones de la luna se van dejando ver al decirle al niño que cuando lleguen los gitanos lo encontrarán en un yunque con los ojillos cerrados. El niño sigue confiando en los gitanos y siente cómo se van acercando. El poeta alude de nuevo al color de la luna con la expresión “mi blancor almidonado”; con almidonado, además, nos hace pensar otra vez en el brillo de la luna.

Mediante la metáfora “tocando el tambor del llano”, Lorca expresa el sonido que producen los caballos al ir trotando por el llano, al que identifica con un tambor. A continuación se produce el desenlace, puesto que el niño tiene los ojos cerrados, lo que nos hace pensar que ha muerto.

En la estrofa siguiente el poeta nos habla de los gitanos a los que metafóricamente se refiere como “bronce y sueño”; bronce por el color de su piel, y sueño probablemente porque se está hablando de la noche; por eso vienen también con los ojos entornados.

La zumaya parece presentir la muerte del niño y por eso canta en el árbol. El dolor podemos percibirlo en el “ay” exclamativo. Ya no nos cabe duda de que el niño ha muerto, puesto que la luna se lo lleva de la mano. Cuando llegan los gitanos, el dolor que les produce esta muerte les hace gritar y llorar. El aire conmovido vuelve a hacerse presente y se suma al sentimiento de los gitanos velando al niño.
La influencia de la lírica popular podemos apreciarla, además de en el uso del romance, en las frecuentes repeticiones y paralelismos que encontramos a lo largo del poema (el niño la mira,/ el niño la está mirando; huye, luna, luna, luna; Cómo canta la zumaya/ ay, cómo canta en el árbol!; el aire la vela, vela/ el aire la está velando).

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